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Hemos pasado una semana en el Villa Rosario II. En líneas generales, se cumplen las expectativas que tenia, acorde a los comentarios de otros usuarios, pero con algún matiz. El hotel está muy bien situado, sin duda alguna, tiene parking gratuito, de otra forma, sería casi imposible aparcar por la zona. El personal de recepción, correcto, pero sin duda destacaría a las señoras encargadas de mantener la habitación día a día de forma impecable, aparte de eso, son muy empáticas , amables, y siempre preocupadas porque te sientas a gusto cada día. Un 10 para ellas, sin duda alguna. El hotel desde mi punto de vista, está al límite de ser un cuatro estrellas, supongo que son detalles los que lo avalan para ello, pero por ejemplo, las camas, por lo menos las de nuestra habitación, dejan mucho que desear, el descanso es primordial, por ello deberían pensar en un colchón de mayor calidad adecuado a las estrellas del hotel. Deberían también solucionar el incómodo ruido que hace el ventilador del cuarto de baño cuando se enciende la luz, de noche es realmente incomodo porque molesta a quien se aloja en la misma habitación. El servicio de té e infusiones en el salón, está muy bien, pero deben vigilar que haya tazas limpias, agua y reponer las que se agotan. No repetiría la experiencia, por lo menos en el Villa Rosario II supongo que el Palacete es otra cosa…

Me alojé con una amiga y llevábamos un perro. La estancia fue genial, tanto por la habitación, muy amplia y bonita (el baño reformado muy grande y súper limpio), como por el trato de los propietarios, que te hacen sentir como si estuvieras en tu casa. Con respecto a la parte de ir con mascotas, genial también. No te cobran suplemento y te suelen alojar en las habitaciones superiores, que tienen puerta directa al jardín para que el perro pueda campar a sus anchas. Sin duda, es un alojamiento que pienso recomendar a todo el mundo.

Nos acabamos de ir y ya tengo ganas de volver. Es un pequeño hotel muy tranquilo y familiar. Para acceder a él hay que cruzar el río por un puente peatonal lo que lo sitúa en un prado rodeado de montañas y espesos bosques. Así queda apartado de la carretera y es perfecto para quien busque tranquilidad y para familias con niños ya que ellos pueden andar sin peligro de coches. Las habitaciones son amplias y limpias. Hay unas 20 dentro del propio hotel además de 6 en un anexo junto a la piscina y frente a las pistas de tenis. Incluso una cabaña de madera habilitada como una habitación más. Al conjunto lo circunvala un río y varios arroyos por lo que la relajación escuchando el agua correr está garantizada. El personal es muy amable y se desviven por hacerte la estancia muy agradable y hacerte sentir como en casa. Hemos estado una semana y si teníamos algún capricho del que no disponían en ese momento, Rebeca lo compraba al lado de su casa y al día siguiente lo traía. Todo el personal es muy atento pero quiero destacar la ternura y el cariño con la que nos ha tratado Rebeca en cada momento desde el día que llegamos hasta que nos fuimos. La comida es totalmente casera. Los desayunos algo básicos pero el almuerzo y la cena buenísima. Hubo felicitaciones para la cocinera varios días de la semana porque era como comer en tu propia casa. A destacar la fabada que fue excepcional. El hotel está a unos 5 minutos de Cangas de Onís en coche aunque también lo une un precioso sendero muy practicable para cualquier edad y que en 3 kilómetros te lleva al pueblo. En resumen un hotel que por su situación, su entorno, su personal, su comida y su tranquilidad lo recomendaré siempre a mis amigos y del que no tengo dudas que volveré.